Pensé que era inteligente, que sabía por qué te quería, pero me equivoqué.
Tenías razón, soy tonto.
Soy tonto, por no saber, por no conocer, por no decir que razones son las que me hacen saber que eres tú.
Podría darte mil razones, mil formas, pero todas serían diferentes, porque tu eres diferente.
Razones que consiguen hacerme ser diferente, ser especial.
Razones que son nuevas cada día, cada momento, cada segundo.
Razones por las que me siento privilegiado.
Privilegiado por ser el que te mima, el que te cuida, el que te quiere.
Razones por poder ofrecerte mi cariño, mi amor, mi corazón, mi persona, mi yo.
Incongruencias vividas, sufridas o imaginadas en lo vivido en la vida con el corazón a base de orgasmos, es decir, a base de exaltaciones de vitalidad.
25 ago 2010
7 ago 2010
Subí la montaña, baje de ella
Subí la montaña y te vi.
Baje de ella y desapareciste.
La volví a subir y te vi, entre nubes, entre laberintos de nubes.
Y desapareciste.
Baje de ella como un loco, como la primera vez que te vi.
Pero ni subiendo ni bajando de ella te encontré,
porque entre las nubes y las montañas te perdiste.
Baje de ella y desapareciste.
La volví a subir y te vi, entre nubes, entre laberintos de nubes.
Y desapareciste.
Baje de ella como un loco, como la primera vez que te vi.
Pero ni subiendo ni bajando de ella te encontré,
porque entre las nubes y las montañas te perdiste.
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